De Mil Nueve Sesenta a Mil Nueve Setenta: De la autoría de un autor autoritari



Por
Diego F. Vargas D
Especial para La Moviola






«Sí, se sufre de a ratos, pero es la única salida decente. Basta de novelas hedónicas, premasticadas, con psicologías. Hay que tenderse al máximo, ser voyant como quería Rimbaud. El novelista hedónico no es más que un voyeur. Por otro lado, basta de técnicas puramente descriptivas, de novelas, ‘del comportamiento’, meros guiones de cine sin el rescate de las imágenes.»

Capítulo 116
Rayuela
Julio Cortázar






De Mil Nueve Sesenta a Mil Nueve Setenta:
De la autoría de un autor autoritario



Cuando se habla de los años 60 en Colombia y en el mundo en general, es imposible no notar ese dejo de nostalgia por aquella época memorable y tan significativa para la humanidad debido a toda la cantidad de cambios generacionales que se llevaron a cabo a nivel social, político, económico, artístico – mágico – musical. La voz de una generación se hizo presente y su eco retumbó en todas las naciones. Desde los mods londinenses hasta los beatniks norteamericanos. 
Ahora, se puede decir entonces que cuando se habla de los años 60, el cine se presentaba ahora como una herramienta más ajena al espectáculo y mucho más enfocada a la difusión de ideas, de pensamientos, de movimientos; no es una casualidad la Nouvelle Vague francesa o el Cinema Novo brasileño, por nombrar alguna que otra vanguardia que en su momento (y hasta ahora, la historia les dio la razón) influyeron de manera radical en la cinematografía mundial.

En Colombia se pensaba, nuevamente en un cine nacional con identidad, en una cinematografía más industrializada y tecnificada, sin embargo, era otra suerte de nacimiento tras nacimiento tras nacimiento. En vez de renacer o revolucionar, el cine colombiano intentaba no estancarse nuevamente. Así las cosas, otra vez había un enfoque por parte de algunos realizadores por querer contar a Colombia en sus películas, en deambular por lugares inhóspitos aun no filmados aunque con pobreza argumental y narrativa en gran parte de esos filmes realizados durante esta época. Recién había llegado la televisión al país, y muchos de los cineastas que cursaban estudios en otras partes del mundo vuelven al país con la intención de compartir sus conocimientos en la industria floreciente de la televisión, con lo que es casi relativo hablar abiertamente de un cine de autor hecho en Colombia durante los años sesenta pues la intención primordial de los productores y realizadores estaba abiertamente focalizada a generar una industria cinematográfica como tal, acaso apoyada en la tecnificada industria televisiva de la época.

En la serie documental Historia del Cine Colombiano[1] el capítulo número siete lleva por título ‘Llegan los Maestros’, y vale la pena resaltar que este título quizás infundado a manera de homenaje, resulta en cierta manera exagerado por razones meramente obvias, pues mientras en Colombia ‘los maestros’ se esforzaban en contar o adaptar historias costumbristas o biopics para la época, otros maestros potencialmente formados en el oficio estrenaban filmes de una asombrosa calidad técnica y argumental como Kubrick, Hitchcock, Fellini o Kurosawa. Con todo, tal vez lo que no hay que quitarle al cine colombiano de los años 60 son esos esbozos de autenticidad que mezclados de cierta complejidad lograban cumplir con su cometido para un público totalmente deshabituado a filmes de un contenido más elaborado. A la fecha se puede decir que en ese aspecto no se ha evolucionado mucho. Ahora, para centrarse en un análisis del cine de autor colombiano es importante resaltar la visión de ciertos cineastas por capturar con su cámara desde un ejercicio netamente documental aquello que temáticamente resultaba atractivo para mostrar en la gran pantalla buscando una vía alternativa al cine comercial desde lo marginal e independiente, razón por la cual hay que destacar el oficio de Marta Rodríguez y Gabriela Samper.

Se destaca la labor de Marta Rodríguez durante la década del 60 porque es durante este periodo de tiempo que realiza su formación fuera del país como cineasta bajo la tutela del documentalista francés Jean Rouch, celebre representante del Cinéma Vérité y que le sirvió a Rodríguez para trazar una ruta de viaje cinematográfico en Colombia haciendo sus primeros esbozos documentales con el filme Chircales[2] que comienza su investigación hacia el año de 1966 bajo las premisas de la observación participante, en la comunidad de Tunjuelito al sur de Bogotá. Con la familia Castañeda llega a conocer profundamente el drama en el que sobreviven. Viven en una hacienda en la que toda la  familia  trabaja el barro siete días a la semana para rendir cuentas al arrendatario de estas tierras. Con cámaras y grabadoras prestadas, se involucran en la cotidianidad de la familia elaborando con ellos en la estructura de la película[3]. El trabajo de Marta Rodríguez ha sido una base referencial para su estudio y análisis posteriores desde la práctica y la academia porque su trabajo aborda desde la sociología y la antropología aspectos sociales que en Colombia se habían trabajado desde la ficción y que dejaban de lado el impacto que se logra trasmitir cuando las imágenes son obtenidas de primera mano.

Gabriela Samper fallece en el año ’74, dos años después de haber sido puesta en libertad luego de permanecer en ‘la guandoca[4]’, artista que, en palabras de algunos biógrafos, sentó precedentes con respecto al papel de la mujer en la sociedad, sus reivindicaciones y su contribución a la vida política y cultural del país. De ahí que sus trabajos documentales realizados antes de ser apresada sean motivo de especial relevancia para ser tenidos en cuenta para su análisis; en obras como Los Santísimos Hermanos (1969) cuyo argumento gira en torno a una ‘secta criolla’ que decide aislarse a un lugar apartado del Tolima para esquivar los valores de la sociedad de consumo, las instituciones establecidas y los partidos políticos. Bajo esta premisa, es interesante observar la manera en que Samper logra capturar con una veracidad incuestionable un pasaje desconocido de la historia nacional alejándose del terreno de la ficción y con un afán por rescatar y difundir las manifestaciones culturales en un país que cinematográficamente hablando estaba más interesado en figurar como industria.

En esencia, el panorama del cine nacional durante la década del 60 convergía hacia una tendencia marginal, política e independiente; Luis Ospina comenta que la producción de cine se divide en dos aspectos, el cine marginal, con sus documentales independientes de contenido político y social, y el cortometraje de sobreprecio, apoyado en una ley de exhibición obligatoria. Esto quiere decir que para mediados del 60 la producción de largometrajes estuvo estancada por el interés de los realizadores en buscar otro tipo de historias acercadas a la realidad vivida por esos días como los ejemplos mencionados anteriormente.

¿Por qué no considerar a otros realizadores nacionales de esta época verdaderos autores? Porque obviaron su responsabilidad artística con la causa cinematográfica y se decantaron por buscar una salida en el cine comercial a todo color dejando de lado esa capacidad que requiere todo artista para pensar sobre su obra, lo que configuró en una generación despreocupada por expresarse de una manera rica y puntual sobre un tema en concreto. Por eso es importante el aporte de estas dos mujeres documentalistas para el insinuado desarrollo del cine colombiano de autor durante los años 60, porque fueron artistas que asumieron el contexto nacional por el que pasaba Colombia y de manera contestaría expresaron sus ideas y pensamientos con la imagen. Por eso al realizar un análisis profundo sobre el cine de autor en Colombia es casi necesario comparar la obra de verdaderos autores que en sus países de origen si enfocaron todas sus fuerzas por crear una obra audiovisual a partir de ideas figuradas que abarcaran toda una estructura narrativa característica para sus piezas audiovisuales; esto quiere decir que durante la década del 60 en Colombia es más que evidente esa ausencia sobre una concepción de un nuevo cine que formule un lenguaje distinto para afrontar una realidad compleja y difícil.

No se puede hablar de un equivalente colombiano de los Cahiers du Cinéma[5], pero es de destacar la función de algunos intelectuales, escritores y críticos que se esmeraron por acercarse crítica y reflexivamente al cine con revistas   como Guiones, que agrupó un primer núcleo organizado alrededor de la crítica cinematográfica teniendo como colaboradores a Ugo Barti, Héctor Valencia, Carlos Álvarez y Abraham Zalzman. Tras su desaparición, aparece la revista Cinemés, cuya primera edición se titula ‘El nuevo cine latinoamericano. Reflejo de un yugo que se apresta a romper las cadenas’, con una foto de una campesina colombiana tomada por Nereo López[6]. La revista la dirige y gerencia Julio Roberto Peña. En ella colaboran muchos de los que ya habían hecho parte del equipo de Guiones. Otra publicación para destacar es la revista antioqueña Películas y Exhibidores. Es importante resaltar que la mayoría de estas revistas no llegaron a pasar de un quinto número: la revista Guiones, fundada en el 62 apenas si alcanza los 10 números para luego darse de baja por problemas económicos, y su continuación, la revista Cinemés, apenas alcanzo 4 ediciones.

En consonancia, el cine de autor colombiano durante el periodo de 1960 a 1970 apenas logró incidir en generaciones futuras que vieron en el esfuerzo de estos realizadores la posibilidad de generar contenidos de mayor calidad estética a partir de una reformulación de sus postulados, es por esta razón que la historia del cine colombiano puntualmente ubicada durante este periodo no nos entrega más que un dejo de nostalgia y acaso una suerte de referente histórico para ser tenido en cuenta desde la academia y desde la puesta en práctica sobre la realización. Es por esta razón que es tan importante mencionar el cine documental como el principal motor resquebrajado que intentó durante los 60 aproximarse a una definición más propicia hacia una cinematografía colombiana más dispuesta a enfrentarse con sus limitaciones, ya no técnicas, sino profundamente estéticas y conceptuales. En Colombia no hay cine, hay películas.



BIBLIOGRAFÍA / WEBGRAFÍA / VIDEOGRAFÍA

·         Historia del Cine Colombiano - Capítulo 7 - Llegan los Maestros (1960 - 1970)
·         Historia del Cine Colombiano- Capítulo 8 - El Cine Toma su Rumbo (1960 - 1970)
·         Chircales (1972) Dir. Marta Rodríguez – Jorge Silva
·         http://www.martarodriguez.org/
·         Los Santísimos Hermanos (1969) Dir. Gabriela Samper
·         www.banrepcultural.org/
·         www.patrimoniofilmico.org.co/
·         www.cinefagos.net/
·         Reportaje Critico al Cine Colombiano, Umberto Valverde, 1978 





[1] Serie documental compuesta de 14 capítulos producida por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y Audiovisuales.
[2] Chircales (1972), documental sobre la familia Castañeda, que elabora ladrillos de manera artesanal bajo condiciones de explotación laboral y social. Dirigido por Marta Rodríguez y Jorge Silva
[3] http://www.martarodriguez.org/martarodriguez.org/Biografia.html
[4] Término y título usado para la obra de teatro escrita por la artista que narra su experiencia en la cárcel. 
[5] Revista de cine francesa, fundada en 1951 por André Bazin, Jacques Doniol-Valcroze y Joseph-Marie Lo Duca.  
[6] Cartagena, 1920. Fotógrafo colombiano, reportero y técnico en proyección cinematográfica, cronista, maestro de fotografía y actor en el cortometraje La Langosta Azul (1954)

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